Me acuerdo de la masacre. 19 mujeres, 15 ninos, y 9 hombres. Estaban congregados en la Iglesia, en oracion, cuando paramilitares armados abrieron fuego a quemaropa. Hoy escuche a algunos de los sobrevivientes que han hecho del canto su testimonio y reto en contra de la muerte y el olvido: "no me callaran ante el dolor, no sere indiferente ante el sufrimiento...aunque los dientes del hambre se claven en nuestro ser..." El violin, el tambor conjuraban los espiritus, que a la mirada de las velas danzaban a nuestro alrededor. Las Abejas de Acteal, es una comunidad pacifica en las montanas altas de Chiapas, que sigue sufriendo las represalias y el acoso del mal gobierno que se obstina en perseguirlos y borrarlos del mapa. Ultimamente los han estado dividiendo al implementar un programa de asistencia social para que desistan de su busqueda de justicia. Su presidente y varios miembros de la comunidad viven bajo amenazas de muerte.
He aprendido que la verdad es complicada y misteriosa. Pero tambien la huelo en la conviccion de la palabra clara y sin maquillaje. A unos dias de decimotercero aniversario de la masacre, el 22 de Diciembre, la comunidad de las Abejas de Acteal se rehuye a olvidar. Sabemos que en las semillas de la memoria se pueden encontrar los frutos de transformacion. Hasta las piedras gritan por la justicia negada. La sangre propaga y fermenta la esperanza. Esa esperanza alimentada por una organizacion comunitaria que valora la libertad, lucha y dignidad de todo ser viviente mas alla de la vida misma. El pensamiento y el corazon es el mismo. No hay dicotomia ni esquizofrenia. La teoria del amor es la practica del amor. Verdad que apunta a quemaropa entre cantos que proclaman un nuevo amanecer. De nombres no olvidados. De muertes no en vano.
"Lo que se siembra se cosecha y sabemos que los criminales comeran del fruto que han sembrado". Sigue corriendo la palabra del abuelo invitandonos a sembrar la buena voluntad, el buen vivir. Hoy descubri que la verdad huele a miel de las Abejas que bajan de la montanas de Acteal.
Bello y desgarrador Juan Carlos, gracias por compartirlo. ¡Un beso!
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